La promulgación por parte de Pekín de una nueva ley de seguridad nacional para Hong Kong es un punto de no retorno.
Por Socialist Action, ASI en Hong Kong
La situación en Hong Kong ha llegado a un punto de no retorno. La decisión de la dictadura china, desde la plataforma de su pseudo-parlamento, la Asamblea Popular Nacional (APN), de imponer una ley general de seguridad nacional en Hong Kong significa que tomará el control político directo sobre el territorio, ignorando las propias instituciones gubernamentales de Hong Kong. La limitada autonomía política de Hong Kong dentro del marco de “un país, dos sistemas” queda efectivamente abolida. Las libertades frágiles que existen en Hong Kong pero que se niegan en el resto de China, como la libertad de expresión y la libertad de reunión, están amenazadas como nunca antes.
Hong Kong puede conservar su autonomía económica, lo que es un acuerdo muy rentable para el régimen chino (PCCh), pero las posibles contramedidas, sanciones y la lógica de la nueva 'guerra fría' entre EEUU y China también apuntan a un proceso en el que Incluso los privilegios especiales de los capitalistas de Hong Kong podrían erosionarse progresivamente. Que el destino del centro financiero más importante de Asia esté en juego muestra los tiempos dramáticos en los que vivimos."Las implicaciones de la ley de seguridad nacional del PCCh son enormes y graves, mucho peores que la ley de extradición que desencadenó el gigantesco movimiento de protesta del año pasado", dice Jaco de Acción Socialista (ASI en Hong Kong).
“Esto significa que el régimen chino impone su dominio directo sobre la política de Hong Kong, sobre las elecciones y qué nivel de oposición se tolera. Usarán cargos como los de “subversión” y “separatismo” para prohibir y encarcelar a activistas y grupos de oposición y convertir en delito decir cosas como ‘abajo con la dictadura’ ”, añade.
La nueva ley significa:
- Los agentes y la policía secreta de China continental podrán operar legalmente en Hong Kong por primera vez. Pekín puede establecer nuevos "órganos de seguridad" para espiar y arrestar a la oposición política.
- La ley prohibirá "la subversión, el separatismo y los actos de interferencia extranjera". Leyes similares ya existen en Hong Kong, pero la nueva ley permitirá hacer cumplir la "línea roja" a la propia dictadura en Pekín.
- Un enfoque inmediato de la ley será prohibir las "actividades de las fuerzas extranjeras y externas" para atacar todas las formas de solidaridad internacional, pero también para castigar ejemplarmente a aquellas secciones del movimiento de protesta que se han alineado con gobiernos extranjeros (como los grupos pro-estadounidenses y pro-británicos). Otros también serán acusados de ser "enlaces extranjeros".
- Los partidos y organizaciones políticas de oposición tendrán cada vez más restringido participar en las elecciones. Algunos pueden ser prohibidos, especialmente si se les acusa de abogar por la independencia de Hong Kong.
- El derecho a manifestación, ya bajo ataque desde el año pasado, se verá fuertemente restringido.
- La libertad de expresión se verá fuertemente restringida. Es posible que ya no sea posible pedir el fin de la dictadura de un solo partido. Eventos como la vigilia anual del 4 de junio (aniversario de la masacre de Tiananmen) corren el riesgo de ser prohibidos a menos que se elimine este eslogan de su programa.
- Más penas duras de prisión y persecución a la oposición política: el PCCh está frustrado porque el nivel actual de represión y arrestos en Hong Kong no es suficiente.
- Aumento de la censura. La libertad de prensa ya ha disminuido a un ranking global de 80 (de 180 países y jurisdicciones) desde el puesto 58 en 2013, según Reporteros sin Fronteras. Artículos como el que estás leyendo podrían volverse ilegales.
- Un internet más fuertemente vigilado. Hay una estampida para obtener VPN (redes proxy virtuales) que se utilizan para eludir los controles gubernamentales de Internet. Una compañía dijo que vendió en una sola hora la cantidad de suscripciones VPN de una semana.
La pesadilla de Pekín
La nueva ley tiene enormes implicaciones que van mucho más allá de las fronteras de Hong Kong. El gobernante absoluto de China, Xi Jinping, pretende ser una muestra diplomática de fuerza, dando una bofetada a los EEUU y otras potencias occidentales que han sometido a su régimen a un rapapolvo global a raíz del brote de coronavirus. La pandemia y el consiguiente colapso económico han reavivado la lucha de poder dentro del PCCh y Xi siente la necesidad de mostrar su poder.
La medida de Xi tiene paralelos con la anexión de Crimea por parte de Putin en 2014, aunque, por supuesto, Hong Kong ya es parte de China, lo único que cambia es el grado de control. Para la gente de Hong Kong, esta es una nueva realidad terrible. Si alguna vez hubo alguna duda de que la crisis de Covid-19 está cambiando el mundo, acelerando las contradicciones y detonando nuevas crisis, la toma de poder de Xi en Hong Kong ofrece un claro ejemplo.
La nueva ley es un ataque frontal a las libertades democráticas limitadas que Hong Kong ha disfrutado como una región semiautónoma de China desde 1997. Tomar el control político directo muestra que la dictadura ya no confía en las instituciones políticas en gran medida decorativas que anteriormente toleraba, como el Consejo Legislativo. (Legco).
Hasta hace muy poco, el plan del PCCh era usar el Legco para aprobar una variante local de la ley de seguridad nacional bajo el Artículo 23 de la Ley Básica, la mini-constitución de Hong Kong. Esto se llevaría a cabo el próximo año si los resultados de las elecciones de Legco en septiembre favorecían a los partidos pro-PCCh y eso se lograría mediante la prohibición a gran escala de los candidatos de la oposición. El plan de Pekín era evitar la repetición de las elecciones del Consejo de Distrito del año pasado, que se convirtieron en un referéndum sobre la lucha antigubernamental y vio cómo sus partidos títeres fueron derrotados. La intervención de la APN esta semana muestra que el régimen chino ya no se siente con confianza o dispuesto a arriesgarse a más derrotas electorales humillantes y, por lo tanto, está imponiendo la ley desde Pekín.
El objetivo del PCCh es aplastar la lucha de masas por la democracia y expurgar el apoyo a la independencia y otras ideas radicales entre los jóvenes de Hong Kong. Pero no conseguirá este objetivo; el efecto será exactamente el contrario: repeler capas aún más grandes de la sociedad de Hong Kong y reforzar las ideas independentistas entre capas importantes, especialmente de la juventud. Es seguro que habrá más protestas, incluidas algunas manifestaciones posiblemente grandes en las próximas semanas, pero también más brutalidad policial y terror estatal en un esfuerzo por hacer cumplir la ley de Xi.
El ambiente anti-”establishment” en Hong Kong es más poderoso que incluso hace un año. La idea de “lam chau” (“si ardemos, arderás con nosotros”), que proviene de las películas de “Los juegos del hambre”, encuentra un apoyo más fuerte incluso entre las capas más mayores. Pero la ira no es suficiente; debe haber una alternativa, un camino a seguir. Todas las alas del movimiento de protesta estarán de acuerdo con “lam chau” pero no explican qué significa como estrategia de lucha. Los pandemócratas moderados dicen que significa simplemente usar tácticas obstruccionistas en el Legco.
La pesadilla de la dictadura es que el ánimo de resistencia de Hong Kong se extienda a China continental y encienda un movimiento infinitamente más grande que, en marcado contraste con las protestas de Hong Kong, tendría la masa crítica necesaria para derribar el régimen del PCCh. Por lo tanto, el plan del régimen de medidas severas en Hong Kong tiene como objetivo "matar al pollo para asustar al mono", como dice el proverbio chino. Envía un mensaje a las masas en China, especialmente a la clase trabajadora, para que no se opongan al régimen.
El mal manejo del régimen chino del brote de coronavirus en sus primeros meses (parálisis, censura y encubrimientos) provocó un descontento masivo en todo el continente que sacudió a Xi y el gobierno. Una vez más, el espectro de un nuevo 1989 surgió, hasta que los gobiernos occidentales y especialmente el presidente Trump alivió la presión sobre Pekín al mostrarse aún más ineptos y negligentes en el manejo de la emergencia.
Si bien la lectura del "barómetro de crisis" ha disminuido un poco desde el pico del brote en China, la dictadura sabe que no está fuera de peligro. De ahí la urgencia y, de hecho, la desesperación de muchos de los pasos que Xi está tomando ahora.
"El PCCh se siente obligado a actuar ahora, siente que no puede esperar", dice Jaco de Acción Socialista.
El crecimiento económico de China ha reventado este año: uno de cada cinco trabajadores está desempleado y los salarios promedio en la industria de exportación han caído en más de la mitad. Al mismo tiempo, el conflicto con un gobierno estadounidense muy desestabilizado se ha vuelto más peligroso. En parte, el régimen de Xi quiere usar la distracción de la pandemia global para fortalecer sus posiciones, incluso en Hong Kong, con la esperanza de que tanto la nueva erupción de protestas masivas como las contramedidas económicas de los regímenes imperialistas rivales se vean obstaculizadas por la pandemia y el colapso económico global. .
Un borrador de la nueva ley de Hong Kong se filtró deliberadamente a los medios de comunicación el jueves 21 de mayo, la víspera de la reunión de la APN, para asegurar que Hong Kong y la toma del poder por parte del PCCh, fueran el titular principal en relación con la sesión de la APN, en lugar de la pandemia y la quiebra de la economía.
La reunión, retrasada durante dos meses por la pandemia, no es más que una sesión de adoración para acumular alabanzas a Xi y la dictadura. Este año, más que nunca, Xi necesita que esto sea una demostración de fuerza, para que las apariencias oculten la realidad. La realidad es que su régimen ha sufrido una pérdida de credibilidad y apoyo en el país, mientras está bajo una inmensa presión en el extranjero.
“¿Ayuda exterior?”
Podría haber importantes medidas de represalia tomadas por los Estados Unidos y otros gobiernos extranjeros, como sanciones contra funcionarios o empresas chinas y de Hong Kong. Una creciente sección del movimiento de protesta de Hong Kong está poniendo sus esperanzas en esto. Esta es una visión profundamente equivocada, pero también refleja una comprensión de que la lucha es muy desigual, que incluso las protestas masivas y continuas en Hong Kong no son suficientes para derrotar a la dictadura más poderosa del mundo y la segunda superpotencia militar.
Desafortunadamente, alentado por las confusas ideas nacionalistas y pro-capitalistas de los localistas de Hong Kong y secciones de los pandemócratas liberales, la creciente esperanza de "ayuda externa" se dirige en la dirección equivocada.
En lugar de mirar a Trump o Johnson, a los regímenes capitalistas con una larga historia de apuntalar dictaduras si esto les es rentable, la lucha por la democracia en Hong Kong debe recurrir a aquellos que tienen un interés genuino en resistir al PCCh: las masas en China continental y la clase obrera internacional. Especialmente la clase trabajadora de 800 millones de personas en China sufre aún más directamente bajo la dictadura y las mismas leyes represivas que ahora se imponen en Hong Kong.
A corto plazo, la brutalidad del PCCh sembrará ilusiones aún mayores en occidente e incluso en una figura tan repulsiva como Trump. Es posible que veamos muchas más banderas estadounidenses y británicas en marchas de protesta, lo que refleja la conciencia sesgada dentro del movimiento. Esto se reforzará si, como es muy probable, los primeros objetivos de la nueva ley de seguridad son aquellos activistas y grupos a los que Pekín acusa de estar aliados con las "fuerzas anti-China": Estados Unidos, Unión Europea, etc., y especialmente aquellos políticos que han hecho una campaña prominente para que EEUU aplique sanciones.
Golpe y contragolpe
Xi y sus asesores calculan que la promulgación de la nueva ley desorientará y sorprenderá a Washington y a otros gobiernos. Nuevamente, con la pandemia y la crisis global con las que lidiar, suponen que la respuesta de occidente será una cantidad aterradora de discursos furibundos sin mucho contenido real.
El South China Morning Post (un periódico de Hong Kong) dijo que la nueva ley de seguridad había "desafiado" a Estados Unidos para que cumpliera con las amenazas que había hecho, bajo la legislación especial firmada por Donald Trump el año pasado, de imponer sanciones económicas a Hong Kong, o ser expuestos como "mentirosos, hipócritas o tontos".
Pekín sabe que el gobierno de EEUU está dividido y Trump está en crisis. A pesar de la retórica anti-China ensordecedora y creciente de Trump y sus funcionarios, el presidente es notablemente indiferente a lo que sucede en Hong Kong. Las medidas limitadas con las que ha amenazado en el pasado han estado bajo presión de ambos lados del Congreso y para evitar ser etiquetados como "blandos con China". Pero incluso el Washington Post, crítico con Trump, en un editorial dice que Hong Kong "exige una respuesta de Estados Unidos, pero cuidadosa".
La voz de las grandes empresas se preocupa por los miles de millones de dólares que el capitalismo de EEUU perderá si cumple con sus amenazas, como revocar el estatus comercial especial de Hong Kong, que según la nueva legislación aprobada en 2019 se revisará más adelante este mes.
“Si un informe negativo del Departamento de Estado llevara a la revocación de estos privilegios, la economía de Hong Kong quedaría devastada, al igual que muchas empresas estadounidenses. Los 38.000 millones de dólares estimados en el comercio anual entre Estados Unidos y Hong Kong estarían en juego; también lo haría la sede regional que unas 290 empresas estadounidenses mantienen en la ciudad. El resultado podría ser acelerar la conversión de la ciudad más libre de China en otra simple capital provincial, lo que no beneficia a los Estados Unidos, y mucho menos a Hong Kong”. [Editorial del Washington Post, 22 de mayo]
Pero al mismo tiempo, habría un coste político masivo no solo para Trump sino para los intereses globales del imperialismo estadounidense y su posición en Asia si se considerara débil frente a los últimos movimientos de China. La cuenta atrás para las elecciones de EEUU, la pérdida de equilibrio de Trump, y un fuerte cambio de humor dentro de la élite gobernante de EEUU con republicanos y demócratas haciendo de China una palanca central de sus campañas (hay hostigamiento a China en todas las campañas presidenciales de EEUU, pero este a un nivel diferente), todo esto significa que la reacción a la maniobra de Xi podría ser más explosiva de lo que esperan.
Cómo relanzar la lucha de masas
Xi Jinping quiere infligir un golpe devastador a Hong Kong y la lucha de masas del año pasado. Será mucho más difícil de lo que imagina. Hay muchos ejemplos anteriores en los que Xi se ha extralimitado: la Iniciativa de la Franja y la Ruta (también llamada “Nueva Ruta de la Seda”), sus amenazas contra Taiwán el año pasado y, no menos importante, el episodio de la ley de extradición de 2019, transformando un problema en un problema mucho mayor.
La lucha de masas es la clave para derrotar la nueva ley, pero la lucha es mucho más que esto, se trata de derrotar a la dictadura del PCCh. Si bien el relanzamiento de la lucha de masas es el primer paso, una lucha exitosa también debe saber qué pasos deben seguir. No es suficiente llamar a la gente a las calles: un movimiento necesita ser organizado y sostenido, especialmente cuando el oponente es tan poderoso.
Se deben extraer lecciones cruciales de la experiencia del año pasado, sobre por qué el movimiento, a pesar de su asombrosa escala y heroísmo, no logró hacer retroceder a la dictadura. El movimiento logró mucho, estableciendo una tradición y símbolo de resistencia de masas, pero no logró asegurar concesiones reales y el ataque a los derechos democráticos es implacable.
Esto muestra que se debe construir una lucha más organizada, centralizada y políticamente clara. Hay tres tablas vitales para tal lucha que hasta ahora no han sido entendidas ni aceptadas por el movimiento de masas:
El papel principal en la lucha de masas debe ser desempeñado por la clase trabajadora, que tiene una posición única por su papel en la economía y sus tradiciones colectivas y conciencia de clase para liderar una lucha contra la dictadura y los derechos democráticos. Si bien las personas de la clase trabajadora participan y, en algunos casos, predominan en el movimiento de Hong Kong, lo hacen individualmente, no como una fuerza organizada coherente. La huelga no se ha utilizado de manera seria y planificada en Hong Kong. Las llamadas a las redes sociales pueden funcionar excepcionalmente para una manifestación, pero una huelga real necesita planificación y preparación cuidadosa, necesita fuerzas reales en el lugar de trabajo: sindicatos de trabajadores reales con estructuras democráticas.
Un estudio bien publicitado de 2019 realizado por académicos estadounidenses y noruegos sobre movimientos de masas en 150 países encontró que “los trabajadores industriales han sido agentes clave de la democratización y, en todo caso, son aún más importantes que las clases medias urbanas. Cuando los trabajadores industriales movilizan una oposición masiva contra una dictadura, es muy probable que siga la democratización ”.
La lucha se debe organizar democráticamente. Las acciones espontáneas pueden jugar un papel importante, pero también tienen limitaciones. Para sostener un movimiento y difundirlo más allá de Hong Kong (porque no puede ganar solo en Hong Kong) necesita dirección y coordinación, la elección por votos democráticos y debates de las mejores tácticas y representantes para hablar por el movimiento y describir claramente sus objetivos y movilizar el gran número de activistas necesarios.
Todas las decisiones importantes deben tomarse a través de la discusión democrática. Este nunca fue el camino bajo los pandemócratas elitistas que dominaron el movimiento democrático durante años. Pero tampoco puede un movimiento descentralizado virtual proporcionar esta dirección. Incluso antes de que la pandemia hiciera más difícil la movilización, hubo un cierto grado de agotamiento y fragmentación porque los métodos del año pasado habían alcanzado su límite: se necesita una nueva dirección y método organizativo con la clase trabajadora en su núcleo.
La lucha solo puede tener éxito catalizando un movimiento aún mayor en China y en toda la región. Este hecho básico se hace aún más evidente con la aprobación de la ley de seguridad nacional y el control político directo del PCCh sobre Hong Kong. No será posible detonar un movimiento en China detrás del mensaje muy limitado de las 'cinco demandas' o una agenda basada exclusivamente en Hong Kong como se plasma en el lema “Recuperar Hong Kong - la revolución de nuestros tiempos”. Los trabajadores en China no verán que tienen ningún interés en tal lucha. ¿Por qué deberían tomar los riesgos mucho mayores asociados con oponerse a la dictadura por una agenda que no intente incluirlos?
La lucha debe transformarse en una lucha de clases contra el sistema capitalista en ambos lados de la frontera, que es a la vez un sistema antidemocrático y que ahora está en una crisis tan profunda que todo lo que puede ofrecer es colapso económico, escasez de vivienda, desempleo y pobreza para millones de personas. La lucha por la democracia en Hong Kong, por lo tanto, debe ir más allá de su agenda limitada de demandas democráticas (que Pekín ha descartado por completo) para abarcar demandas urgentes adicionales para proteger los derechos y empleos de los trabajadores, abolir las bajas no retribuidas y el robo de salarios durante la pandemia, invertir masivamente en salud pública y servicios sociales, gravar a los súper ricos para pagar los costos de la pandemia, poner las compañías farmacéuticas, bancos e inmobiliarias en manos en propiedad pública y democrática, y romper el poder de los magnates capitalistas.
Tal programa de lucha que vincula la necesidad de una lucha democrática revolucionaria con el derrocamiento del sistema capitalista y un cambio socialista es la forma de organizar a los trabajadores en Hong Kong, el noventa por ciento de los cuales no están en un sindicato, y llegar a la clase trabajadora de China continental.